lunes, 12 de enero de 2009

La militancia y el talento

Llegado el fin del año pasado, en parvas de revistas y diarios pulularon suplementos referidos a lo más destacado del 2008 en varias disciplinas. Y por supuesto que literatura fue una de ellas.
Más allá de los podios de los escritores y/o críticos “entendidos”, tuve la suerte de leer mucho en el 2008 y tengo mi propio podio, seguramente tan parcial y caprichoso como el de la Ñ, la ADN o cosas por el estilo, y sin duda basado en un espectro más incompleto.
No obstante, tanto de mi lista como las de otros, veo con envidia y tristeza el cúmulo de publicaciones que vieron la luz en 2008, traccionadas menos por el talento que por la militancia del escritor.
La envidia es porque me gustaría tener la pasión de los que han apostado su vida a la literatura y, cagándose en los riesgos de no aplicarse a un trabajo convencional con garantía de mesa servida hasta fin de mes, han consagrado la mayor parte de su tiempo a escribir y a pelear la trascendencia de sus novelas, cuentos o poesías, a través de una militancia sin concesiones. Y tristeza porque intuyo que el premio a tanto esfuerzo, tanta honestidad vocacional, tanto compromiso con sus hijos literarios, sólo será —y en el mejor de los casos— un par de libros publicados, algún artículo en los diarios, uno que otro viaje, algún premio o mención y no mucho más, porque pasada la ola en la que los montó la militancia, solamente un gran e inusual talento hace perdurable a un escritor y a su obra, así lo certifican un repaso con cierto rigor de la lista de publicados durante las tres o cuatro últimas décadas o las mesas de 3 por 10 pesos de las librerías de viejo de la calle Corrientes.
De todas formas, prevalece mi admiración por la militancia. No todos los que fueron publicados por estos tiempos, muy probablemente ninguno, serán Maradonas o Batistutas, pero qué daría yo por haber jugado en la primera de Colón, aunque apenas hubiera sido el último minuto de descuento, de un solo partido intrascendente, de algún Nacional B para el olvido.